“(...) Trota un viento glacial en el corredor flaqueado de columnas.
Adán Buenosayres aspira hondamente aquella ráfaga; y luego, por uno de los
intercolumnios, sale al patio donde trescientos escolares enardecidos rugen y
se encrespan bajo un cielo de latón oxidado y entre paredes que sudan humedad y
fatiga. Mientras avanza por entre los agitados racimos infantiles, Adán
Buenosayres va midiendo el vacío de su alma. Como nunca siente ahora esa falta
de presión interna que lo expone, desarmado, a la invasión de las imágenes
exteriores; y escenas, gritos, colores y formas irrumpen en su alma vacía, tal
un tropel de brutales forasteros que invadieran un recinto deshabitado.
En aquel instante, una gritería ensordecedora reclama
su atención; y al recorrer el patio con la mirada ve un enjambre de chicos
arremolinados en torno de un centro que no distingue aún. Las risas cacarean
allá, y los gritos parecen concretarse ahora en uno solo:
-¡Cara de fierro! ¡Cara de fierro!
Se encamina entonces hacia el lugar de la batahola;
pero el corro, al abrirse violentamente, deja escapar a un chiquilín que
atropella con la cabeza baja, en el desalado tren de fuga. Adán Buenosayres lo
recoge al vuelo, y al mirarle la cara descubre por fin la razón del tumulto:
una parálisis terrible ha inmovilizado las líneas de aquel rostro infantil,
imponiéndole una rigidez extraña de metal o de piedra; la caja de su boca
parece definitivamente contraída en un rictus cruel; sus ojos, fijos en las
cuencas, tienen una expresión de ferocidad sólo desmentida por el temblor de la
lágrima que le cuelga da cada párpado; viste un traje de marino, cuyo pantalón
largo cubre y disimula el rigor de unos botines ortopédicos. Mientras le
arregla el desaliño de las ropas, Adán hecha una mirada entorno suyo; y ve un
círculo de semblantes que le observan con expectativa, y entre los cuales
algunos, riendo con inocente maldad, susurran todavía: “¡Cara de fierro!”.
Acariciando entonces las mejillas del niño que aún tiembla entre sus manos,
Adán le pregunta:
-¿Cómo te llamas?
- Tristán Silva- responde Cara de Fierro en una especie
de gruñido.
-¿Es el primer día que vienes a esta escuela?
-Sí.
Adán enjuaga con su pañuelo las dos lágrimas que no se
resuelven a resbalar por aquel rostro espantable. Y luego tiende al niño una
mano abierta:
-Tristán Silva -le dice- , vamos a ser amigos. ¿Qué te
parece?
-Sí- gruñe Tristán, dueño ya de la mano que se le ha
ofrecido.
Necesitando hacer notorio aquel gesto suyo de
elección, Adán se pasea entre los mirones, con la mano de Tristán puesta en la
suya. Luego lo devuelve al grupo de sus enemigos, que lo reciben ahora con
abrazos y aclamaciones. ¡Oh, mundo! Pero el señor Henríquez, embalsamador de
pájaros, acaba de ordenar la formación de trote; y trescientos escolares,
ansiosos de sacudir el frío, se alinean ya en impacientes escuadras.
-Al trote, ¡march!
Se inicia la carrera, el patio retumba, estallan
gritos de júbilo. Adán, en el centro de la rueda, está mirando aquel desfile de
caras vertiginosas, cuando vuelve a sentir entre la suya la mano de Tristán
Silva.
-¿Corremos?- le pregunta.
-¡Sí! – responde Tristán, clavándole sus ojos duros.
Con la mano del niño bien sujeta, Adán se une al círculo de los
corredores, entre mejillas arrebatadas y sonoros alientos. Aferrándose a su
mano, Tristán salta en el aire como un pelele de trapo: en las duras baldosas
resuena el metal de sus botines ortopédicos. No se le mueve un solo músculo de
la cara, pero un largo rugido brota de su pecho y revienta en sus labios. Y
Adán entiende que, sin duda, Cara de Fierro no sabe reír de otra manera. (...)”
(p. 324- 325)
Extraído de: Marechal, Leopoldo (2010) Adán Buenosayres. Seix Barral, Buenos Aires
Imágen extraída de: magicasruinas.com.ar
Maravilloso texto, como todos los otros que has compartido con nosotros. Gracias!
ResponderEliminarHugo Fé.
Gracias Hugo por tus comentarios de aliento, tus lecturas y aportes!
EliminarQue sensibilidad Maestro!!! Conmovedor. Agradezco este espacio, estoy con poco tiempo para la lectura y estas dosis ultra seleccionadas me vienen muy bien. Gracias!. Mecha.
ResponderEliminarGracias Mecha por el aliento para que Didáctica de esta Patria siga arriba y adelante!
EliminarAcabo de terminar Adan Buenosayres, es un libro hermoso aunque, a veces, algo intrincado. Pero esas dos paginas me resultan de una belleza unica. Gracias por compartirlas
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