jueves, 29 de agosto de 2013

El carro alado de Adán Buenos Ayres


Xul Sola "Pegaso de sol" 1920
“Su alma era semejante a un carro alado del cual tiraban dos potros diferentes: uno, color de cielo, crines abrojadas de estrellas y finos cascos voladores, tendía siempre hacia lo alto, hacia las praderas celestes que lo vieron nacer; el otro, color de tierra, sancochado de boca, empacador, lunanco, barrigón, orejudo, vencido de manos, geta caída y rodador, tiraba siempre hacia lo bajo, ansioso de empantanarse hasta la verija. Y Adán, ¡pobre carrero!, tenía las riendas de uno y otro caballo y forcejeaba para mantenerlos en la ruta: cuando triunfaba el potro maldito arrastrando en su caída todo el atelaje del alma, junto al carro humillado el animal de cielo parecía dormirse; pero cuando vencía el potro celeste, sus remos bronceaban una luz maravillosa y sus narices parecían ventear el olor de los alfalfares divinos: entonces el carro volaba, y también ascendía el caballo de tierra como un peso muerto. Se remontaba el animal celeste, hasta que sentía enrarecido el aire, flaqueaba de tendones y se dormía borracho de alturas; entonces despertaba el animal terrestre y hallando a su parejero dormido se dejaba caer a fondo, con un hambre voraz de materias impuras; cuando a su vez el animal de tierra se dormía en su hartazgo, el animal de cielo despertaba, dueño del carro ahora. Así entre uno y otro caballo, entre el cielo y el suelo, tirando aquí una rienda y aflojando allá la otra, el alma de Adán subía o se derrumbaba. Y al fin de cada viaje Adán enjuagaba en su frente el agrio sudor de carrero”

Xul Solar "Rocas Lagui", 1933

Xul Solar, "Vuel Villa", 1936

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