VIRGINIA HENRY
Nada importa tanto como el tener Pueblo:
formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la
causa social.
(Simón Rodríguez, 1828)
Mucho conviene para la felicidad pública poner la atención en los
hombres por formarse, y no puede haber un cargo de mayor honor que cuidar de
los planteles de los hombres morales; tales son las escuelas primeras letras de
donde saca el ciudadano los primeros gérmenes que desenrollados en la edad madura
producen la bondad o malignidad, y hacen la felicidad o infelicidad de la causa
común.
(Manuel
Belgrano, 1810)
Introducción
Simón Rodríguez es el fundador de las “Pedagogías del
Sur” (Wainsztok, 2015), ubicadas en la matriz
de pensamiento pedagógico autónomo americano, parafraseando a la socióloga
argentina Alcira Argumedo. Maestro de América, sienta las bases para una educación
americana soberana, sin atadura a cadenas coloniales ni domesticaciones
teóricas ni prácticas. Funda la pedagogía de la "América Profunda",
tomando el término acuñado por el filósofo y antropólogo argentino Rodolfo
Kusch. Según este autor, para comprender
la identidad de América es necesario vislumbrar dos polos: el "ser
alguien", “pulcro” y “lúcido” de raíz Europea y el "mero estar"
o "estar aquí" americano, “hediento” y “tenebroso”. Kusch afirma que
ambos polos
"... son dos raíces profundas de nuestra mente mestiza - de la que
participamos blancos y pardos- y que se da en la cultura, en la política, en la
sociedad y en la psique de nuestro ámbito" (O.C.
III, p. 5-6) La
implantación de la
escolarización moderna en América a finales del siglo XIX que en Argentina
tiene a Domingo Faustino Sarmiento como su promotor, se ha realizado desde uno
de estos polos, el polo europeizante del “ser alguien”, “pulcro” y “lúcido”,
asociados a la idea de progreso y civilización,
menospreciando la identidad americana por “bárbara” y atrasada. (Huergo,
2015) Este triunfo de la escuela moderna tal como la plantearon los liberales
del siglo XIX, se realizó desde la colonización cultural y pedagógica y ocultó
proyectos previos que tenían su base en América. Así, pasó a la historia
oficial la figura de Sarmiento como el “padre del aula” y se desconoce o ha
sido poco explorada la obra de Manuel Belgrano como promotor de la educación en
tanto asunto de Estado. Del mismo modo, tuvieron que pasar muchos años para
que, al menos en Argentina, nos reencontremos con la obra de Simón Rodríguez y
la estudiemos en nuestros profesorados.
Retomando la caracterización kuscheana del
binomio “ser alguien/ mero estar”, podríamos afirmar que, a diferencia del
proyecto sarmientino, Rodríguez fue uno de los más lúcidos de su tiempo, estudioso
lector de los autores ilustrados que supo beber de ambas raíces y plantarse
desde la originalidad de la identidad americana, reivindicándola como punto de
partida para todo proyecto que quiera hacer de América Mestiza tierra soberana.
En el Río de La Plata, Simón Rodríguez tiene un contemporáneo afín con quien
pondremos al maestro caraqueño a dialogar en este trabajo: se trata del prócer
Manuel Belgrano, creador de la Bandera Nacional Argentina.
Simón Rodríguez y Manuel
Belgrano fundan, inventan con la fuerza de aquellos que en la historia han tenido la
audacia y el amor de animarse a la obra de la urgencia común. Fundan porque
como el mismo Rodríguez lo advierte ni bien nos recibe en “Sociedades Americanas”: “En la América del Sur las Repúblicas
están Establecidas pero no Fundadas”. Fundan porque era la urgencia de su
época: fun – dar. Dar lo mejor de cada uno para crear América, para inventarla
libre porque “En América, inventamos o erramos”.
Por esa fuerza fundacional
escasamente comprendida y recibida en su momento es que homenajeamos hoy a
Simón Rodríguez como uno de los más necesarios. Lo homenajeamos en este libro
pero también en prácticas educativas que danzan por toda América tan bellas y
libres como desconocidas. A esas prácticas educativas en las que Rodríguez Vive Hoy, también nuestro homenaje.
Rodríguez y Belgrano:
las pedagogías del sur en la matriz de pensamiento americano
En este escrito utilizaremos el término Pedagogías
del Sur para referirnos a corrientes de pensamiento, prácticas educativas, gestas
populares, hitos en la historia de la educación, movimientos colectivos, etc.
que en materia pedagógica hacen parte de una “matriz de pensamiento americano”
(Argumedo, 2006), tejen una historia, un presente y un destino común para
América. Partimos, entonces, de la convicción de la existencia de un sustrato o
suelo conceptual compartido por los pueblos americanos, procurando rescatar
también sus especificidades y aportes singulares a nivel nacional. Por tal
motivo, en este escrito-homenaje vincularemos aspectos de la obra de Simón
Rodríguez con su contemporáneo rioplatense Manuel Belgrano.
La socióloga argentina
contemporánea Alcira Argumedo ha definido a las matrices de pensamiento como:
“...formas de
reelaboración y sistematización conceptual de determinados modos de percibir el
mundo, sus idearios y aspiraciones que tienen raigambre en procesos históricos
y experiencias políticas en amplios contingentes de población y se alimentan de
sustratos culturales que exceden los marcos estrictamente científicos o
intelectuales.” (2006: 81)
Esta autora sostiene que
desde la perspectiva oficial de las ciencias sociales, determinas corrientes
teóricas son las corrientes teóricas,
a diferencia de las otras manifestaciones
conceptuales, poseedoras de “menor nivel” donde se inscribirían las vertientes
de corte nacional y popular en América Latina. Según este sentido común
difundido en la ciencia oficial, las corrientes
teóricas son reconocidas como tales
porque cumplen con algunos parámetros establecidos como rigurosidad,
criticidad, coherencia interna, citas bibliográficas que demuestran erudición.
Argumedo propone que sin desconocer tales criterios se incluyan otras variables
para evaluar dichas ideas:
“Si millones de hombres
y mujeres durante generaciones las sintieron como propias, ordenaron sus vidas
alrededor de ellas y demasiadas veces encontraron la muerte al defenderlas,
esas ideas son altamente relevantes para nosotros, sin importar el nivel de
sistematización y rigurosidad expositiva que hayan alcanzado.” (2006: 10)
Fotografía Aula GPS, ISFD Nº1 "Abuelas de Plaza de Mayo" Avellaneda 10 de septiembre de 2019 |
Esta matriz de
pensamiento popular latinoamericano se encuentra expresada en ensayo político
latinoamericano, en la literatura, en movimientos, gestas y manifestaciones de
resistencia populares, en expresiones artísticas... Reconocer una matriz autónoma
de pensamiento latinoamericano:
“Implica reconocer la
legitimidad de las concepciones y los valores contenidos en las memorias
sociales que, en el transcurso de cientos de años, fueron procesando la “visión
de los vencidos”, una visión diferente de la historia iniciada con la Edad
Moderna europea en los siglos XV y XVI. Conlleva la reivindicación de esas
otras ideas sobre las cuales se han sustentado distintas experiencias y
movimientos políticos de América Latina” (2006: 18)
En este escrito concebimos
a Simón Rodríguez y a Manuel Belgrano como parte fundante de esta matriz de
pensamiento americano en sus manifestaciones pedagógicas. Manuel Belgrano y
Simón Rodríguez fueron contemporáneos. Simón Rodríguez nació en Caracas en
1769, un año después, en 1770, nacía en Buenos Aires Manuel Belgrano. Ambos
fueron protagonistas activos de los movimientos emancipatorios americanos.
Manuel Belgrano fue uno
de los hombres más lúcidos y activos de Mayo 1810 en el Rio de La Plata,
abogado, hombre de letras y, más tarde, de acción militar, conocía de cerca el
funcionamiento de la corona española por haber sido su funcionario. Pudo
educarse en el Colegio San Carlos de Buenos Aires y estudiar abogacía en
España, recibiéndose de abogado en 1794. Sorteando la censura de la Inquisición
y con la dispensa del Papa Pío VI, pudo leer los “libros prohibidos” de la
Ilustración Francesa: Montesquieu, Rousseau y los autores de la Enciclopedia
(Gagliano, 2011) En Argentina hoy recordamos a Belgrano como uno de los
fundadores de Nuestra Patria y creador de nuestra insignia más alta: el
pabellón nacional. Sin embargo, su pensamiento pedagógico, no ha sido del todo
explorado. Si bien algunos trabajos han compilado y reflexionado sobre su
legado en materia de educación (Gagliano, 2011) no suele considerárselo como
fundante de una matriz de pensamiento pedagógico americano. Una de las razones
puede ser la amplitud de sus intereses y ocupaciones y la dispersión de sus
escritos. Si bien la educación y su reflexión están entre sus principales
motivaciones, no fueron los únicos tópicos desarrollados por Belgrano, quien
además escribió en momentos de revolución independentista teniendo él funciones
militares centrales en ese proceso. En este trabajo tomaremos escritos que
Belgrano redactó siendo secretario del Consulado de Comercio fundado en Buenos
Aires en 1794. Estas memorias se publicaban en el “Correo de comercio”. También trabajaremos con la memoria leída por
el prócer en la sesión de la Junta de Gobierno del 15 de julio de 1796 “Medios generales de fomentar la
agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor.”
Entre las principales características de las Pedagogías
del Sur o de la América Profunda podemos mencionar al menos cuatro compartidas
por el Maestro Rodríguez y Manuel Belgrano: 1) la educación como remedio ante
el “atraso” colonial y como asunto del Estado, 2) la propuesta de fundar y
hacer pedagogía desde el amor a América, su identidad y su gente, 3) la
importancia atribuida por ambos a la educación de las mujeres y 4) la
centralidad del trabajo y sus saberes en el proceso pedagógico.
Fotografía Aula GPS, ISFD Nº1 "Abuelas de Plaza de Mayo" Avellaneda 10 de septiembre de 2019 |
La
educación como remedio ante el atraso colonial
En
sus escritos, tanto Rodríguez como Belgrano parten de diagnósticos y lecturas
de la realidad similares: “el estado miserable” de la educación, “la
ignorancia”, “los vicios”, “el abandono” y “la inhumanidad” en las que se
encuentran sumidas las grandes poblaciones.
Como remedio de estos males, proponen la educación. En Belgrano el fin
es la “felicidad del pueblo”, en Rodríguez devolver humanidad. Ambos lectores
de los autores ilustrados, ven en la educación la posibilidad de regeneración
moral, de elevación de las virtudes. Sin embargo, a diferencia de los modelos
triunfantes que implantaron en América a fines del siglo XIX los sistemas
educativos en consonancia con la fundación de los estados nación; ambos
reconocen siempre la necesidad de partir
de los sujetos concretos de América, de sus pobres, sus indios, cholos, mujeres
y gente de pueblo. Esta cuestión la desarrollaremos en el apartado siguiente.
En
un escrito publicado en el “Correo de
Comercio” el sábado 17 de marzo de 1810, Belgrano describe su lectura de la
realidad y expresa la necesidad de que la educación sea asunto de estado para
lograr la “felicidad pública”:
“No
es fácil comprehender en que ha podido
consistir, ni en qué consista que el fundamento más sólido, la base digámoslo
así, y el origen verdadero de la felicidad pública, qual es la educación, se
halla en un estado tan miserable, que aun las mismas Capitales se resisten de
su falta. (...)
Mas es; los ha habido, los hay es á saber, escuelas de
primeras letras, pero sin unas constituciones formales, sin una inspección del
gobierno, y entregadas acaso á la ignorancia misma, y quien sabe si a los vicios
(...)
A
la falta de estos establecimientos debemos atribuir los horrores que
observamos, casi sin salir del poblado, y todavía mucho más en las poblaciones
cortas; y sin límites en los campos, donde estamos por atrevernos a decirlo, se
vive sin Ley, Rey ni Religión. Sí; porque no han oído esas voces majestuosas,
ni siquiera han tenido quien les pueda haber hecho formar las ideas de ellas.” (2011:
77)
En consonancia, Simón Rodríguez propone como medios
para “reformar las costumbres” la “economía social” y la “educación popular”.
En su obra “Sociedades Americanas”
escrita entre 1828 y 1842 plantea el siguiente panorama, en tono similar al
expresado por Belgrano en el párrafo anterior:
“No puede negarse que es inhumanidad, el privar a un
hombre de los conocimientos que necesita, para entenderse con sus semejantes,
puesto que, sin ellos, su existencia es
precaria y su vida.... miserable. La Instrucción es, para el espíritu, lo que,
para el cuerpo, el Pan... [no de sólo de pan vive el hombre]: y así como, no se
tiene a un hombre muerto de hambre, porque es de poco comer, no se le ha de
condenar a la ignorancia, porque es de pocos alcances.
No se negará tampoco que, cuanto mayor sea el número
de hombres perjudicados, mayor será el número de actos de inhumanidad = luego
las naciones más populosas, son las más inhumanas.
Ver
la Ignorancia, la Pobreza, y los Yerros que comete un miserable... por
ignorancia —y huir de él— despreciarlo en su presencial —y MALTRATARLO! cuando
se nos antoja... no es proceder que prueba Sensibilidad ni Luces.” (2015: 93)
Vemos
en ambos autores una confianza amorosa en las posibilidades de la educación. La
educación nos mejora, todos somos mejorables. Con la educación lo que fue
amenaza se convierte en posibilidad, donde hubo miseria, el acto educativo pone
riqueza. Veamos cómo lo expresa Rodríguez en “Sociedades Americanas”:
“¿¡De
cuántas satisfacciones, Espirituales y Corporales, no se privan los hombres,
por el absoluto abandono en que viven los más!?
—Si se hubiera malogrado, en la Ignorancia General, el
talento de los Escritores que nos han instruido... qué sabríamos?!.... —Si la
Instrucción se proporcionara a TODOS... ¿¡cuántos de los que despreciamos, por
Ignorantes, no serían nuestros Consejeros, nuestros Bienhechores o nuestros
Amigos?!... ¿¡Cuántos de los que nos obligan a echar cerrojos a nuestras
puertas, no serían Depositarios de las llaves?!.... ¿¡Cuántos de los que
tememos en los caminos, no serían nuestros compañeros de viaje?!
No
echamos de ver que los más de los Malvados, son hombres de talento...
ignorantes—que los más de los que nos mueven a risa, con sus despropósitos,
serían mejores Maestros que muchos, de los que ocupan las Cátedras—que las más
de las mujeres, que excluimos de nuestras reuniones, por su mala conducta, las
honrarían con su asistencia; en fin, que, entre los que vemos con desdén, hay
muchísimos que serían mejor que nosotros si hubieran tenido escuela.” (2015: 95)
Rodríguez
y Belgrano anudaron el sentido de la educación al de humanidad y felicidad colectiva,
un pueblo educado es un pueblo humano y feliz. Eso es darla a la educación
carácter de derecho y ubicarla en la esfera de lo público y colectivo.
Comprendieron la urgencia imperiosa de poner la educación al alcance de todos,
como modo de elevar moralmente al pueblo. Ellos escribieron en momentos de
guerras por la emancipación americana y pensaron a la educación como asunto
público y como derecho del pueblo. Tuvieron que pasar más de cien años para que
la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948 estableciera a la
educación como un derecho humano fundamental. Rodríguez y Belgrano fundaron en
América el mandato del derecho a la educación.
Fundar y hacer
pedagogía desde el amor a América, su identidad y su gente
Entre los principales propósitos que Belgrano pensaba
para la educación, compartía con Rodríguez la necesidad de que nos educáramos
en el amor a América y desde su identidad. El 8 de marzo de 1813 la Asamblea
General Constituyente mediante un decreto le otorga a Manuel Belgrano un premio
de 40 mil pesos por su triunfo contra los españoles en la Batalla de Salta
durante su campaña al Norte. El prócer decide donar dicho dinero a la fundación
de cuatro escuelas en las localidades de Tarija (actual Bolivia), Santiago del
Estero, Jujuy y Tucumán (actual norte de Argentina). Redacta, con fecha de 25
de mayo de 1813, un reglamento por el cual deberían regirse las mismas. Allí
explicita esta intención de infundir desde la escuela el aprecio por lo
americano:
“El maestro procurará con su conducta y en todas sus
expresiones y modos inspirar a sus alumnos, (…) un espíritu nacional, que les
haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de americano,
que la de extranjero”.
Por su parte, el proyecto de Rodríguez consistía en
poblarrescata Venezuela con sus propia gente planteando que en América
“inventamos o erramos”. En esa línea de pensamiento, el caraqueño denunciaba
conceptualmente la recolonización ideológica que comenzó a operar en la
dirigencia de los nuevos estados americanos:
“¡Traer ideas Coloniales a las Colonias!… es un
Extraño antojo. – ¿Estamos tratando de quemar las que tenemos? – ¿y nos vienen
a ofrecer otras? – ¿creyendo que porque están adobadas a la moda, no las hemos
de reconocer?? – ¿Estamos tratando de sosegarnos, para entendernos en nuestros
negocios domésticos? – ¿y vienen a proponernos cargamentos de Rubios… en lugar
de los negros que nos traían antes? – ¿para alborotarnos la conciencia, y
hacernos pelear por dimes y diretes, sacados de la Biblia??…” (1990: 90)
Hay
en ambos próceres un fuerte propósito de educar para la emancipación, pero no
se trata de una emancipación abstracta imitativa de lo europeo “culto”, como la
que triunfó luego con la fundación de los sistemas educativos nacionales, sino
que produciendo lo necesario siempre partiendo desde las identidades y sujetos
locales americanos.
Rafael Gagliano es uno de los pocos autores argentinos
que ha dedicado parte de su obra al estudio de las ideas pedagógicas belgranianas.
En su prólogo a la selección de escritos de educación del prócer afirma que:
“Como
pedagogo criollo Belgrano sostiene con fuerza política la educabilidad de todos
los hombres y mujeres americanos, en su singularidad específica e identidades concretas
–como labradores, como jornaleros, como artesanos, como huérfanos- y establece
la educación como el origen de todo progreso social, de toda regeneración moral
y de toda reconstrucción económica.” (2011: 16)
Hay además en Belgrano una intención de que la
educación colabore al descubrimiento de lo propio, nuestros propios valores
materiales y simbólicos, nuestra lengua y nuestros autores, los saberes de
nuestros artesanos y jornaleros, las riquezas del propio suelo, los mares y sus
costas. Para Belgrano “...gobernar es fomentar la riqueza propia (...) Belgrano
se atreve a pensar a la población como riqueza” (Gagliano, 2011: 13) de ahí la
necesidad de que la educación “útil” y “provechosa al Estado”. Una educación
que enseñe a valorar lo propio como fuente de riqueza. En un escrito del “Correo de Comercio” del sábado 23 de
junio de 1810 expresa:
“¿No
nos será posible una nueva forma a los establecimientos que tenemos de educación,
para hacerlos más útiles y provechosos al estado? Por qué ¿hasta cuándo se han
de estar vendiendo doctrinas falsas por verdaderas, y palabras por
conocimientos? No hay uno que de los que se han dedicado a los estudios, que,
luego que han llegado a conocer la futilidad de las costas, que en la mayor
parte le han hecho perder el tiempo, no se lastime de esta desgracia, y mucho más
que continúe.
A
pocos pasos que hemos dado, con el despejo de la razón, no hemos podido menos
de encontrarnos con la falta notabilísima de ignorar nuestro idioma, y llenas
nuestras cabezas de muchos rasgos de eloqüencia latina, y tal vez conociendo
las perfecciones de los Poetas, que eran naturales de Lacio, sin poder atinar a
entender ni nuestros oradores elegantes, ni nuestros Poetas celebres, hasta no
entrar en un nuevo estudio, de que generalmente nos arredramos los más,
cansados y fatigados ya del estudio de reglas y principios” (1913: 202)
Hay en Belgrano además, producto de su mirada integral
de pedagogo, economista y estadista criollo; una crítica a la educación
imperante de la época: elitista, memorística, basada en el estudio del latín y
de los autores clásicos, sumamente intelectualista y desinteresada por los
saberes laborales prácticos y concretos que desde la visión larga de Belgrano son
los más necesarios para el progreso material y espiritual en estas tierras.
Desde una lectura más profunda, vemos que lo que subyace en esta crítica
belgraniana a la educación imperante es un principio epistemológico, pedagógico
y didáctico central de las Pedagogías del Sur: no es la repetición memorística
de teorías la fuente del conocimiento sino el contacto concreto con el propio
paisaje y la transformación del sujeto y el mundo a través del trabajo. Casi
cien años después de que Belgrano escribiera estas palabras, desde el
movimiento pedagógico escolanovista se hacía extensivo al mundo el principio
vitalista de la experimentación y exploración del niño como modo de conocer. La
práctica como fuente de conocimiento es también retomada por el brasilero Paulo
Freire en la década del 60, a quien se lo suele considerar como el fundador de
la Educación Popular del siglo XX. Hay en Freire un rechazo a la educación
verbalista a la que definió como “educación bancaria” y un vínculo
esencialmente dialogal entre teoría y práctica. Para Belgrano, al igual que lo
veremos en Rodríguez, no hay pedagogo más grande que el ejemplo. Así lo afirma
en unos párrafos del “Correo de Comercio”
dedicados a la educación de las mujeres:
“Porque
desengañémonos, el ejemplo… sí, el ejemplo es el maestro más sabio para la
formación delas buenas costumbres. Nada valen las teorías, en vano las maestras
explicarán y harán comprender a sus discípulas lo que es justicia, verdad,
buena fe, etc., y todas las virtudes, si en la práctica las desmienten, esta
arrollará todo lo bueno, y será la conducta en los días ulteriores de la depravación:¡Desgraciada
sociedad, desgraciada nación, desgraciado gobierno!” (2011: 95)
Encontramos aquí otro punto de coincidencia con Simón
Rodríguez quien también nos adelantó este precepto pedagógico. Para Rodríguez,
lo que no se hace sentir no se entiende por tal motivo propone “tratar con las
cosas” porque “las ideas vienen de las cosas” (2015: 124) En su obra “Sociedades Americanas” ejemplifica este
principio con una situación pedagógica concreta, por si hubiesen quedado dudas
ante su planteo tan novedoso y avanzado para la rigidez pedagógica de su época:
“TRATAR CON LAS COSAS es la primera parte de la
Educación y TRATAR CON QUIEN LAS TIENE es la segunda.
Tómese, de paso, por máxima, según este principio, que
más aprende un niño, en un rato, labrando un Palito, que en días enteros,
conversando con un Maestro que le habla de abstracciones superiores a su
experiencia.” (2015: 124)
Hay tanto
Belgrano como en Rodríguez una fuerte intención de enseñar a pensar, a
comprender soberanamente, no ya de repetir de memoria verdades de autoridad.
Así lo explica el maestro caraqueño:
“Que por más que se trabaje en desimpresionar a los
pueblos de la idea que tienen formada de su suerte, nada se conseguirá, si no
se les hacen sentir los efectos de una mudanza. ¿Cómo se hará creer a un
hombre, distinguido por ventajas naturales, adquiridas o casuales, que el que
carece de ellas es su igual? ¿Cómo, por el contrario, creerá otro que nada le
falta, cuando está viendo que carece de todo?
...Y ambos, ¿cómo se persuadirán que han pasado a otro estado, si se ven
siempre en el mismo?
Se discurre, se promete, se hermosean las
esperanzas... ¡pero nada de esto se toca! El hombre sencillo no gusta de
hipótesis, porque no sabe suplir (...tal vez no puede...) Procédase de otro
modo y se excitará su sensibilidad.
Educación Popular
Destinación a ejercicios útiles
Aspiración fundada a la propiedad.
Son cosas palpables, por consiguiente más persuasivas,
que cuantos discursos pueda hacer la elocuencia más vehemente.” (2015: 36)
Para Rodríguez, la Educación Popular, como él la
denominaba, debía transmitir los saberes “necesarios”. Al igual que Belgrano,
veía la urgencia de transformar la educación de la época elitista e
intelectualista en una educación que enseñara a todos y todas lo “útil”,
“necesario” y urgente para el desarrollo de la soberanía política y económica
de América:
“El instruirse es siempre útil; porque la ignorancia
es la causa de todos los males que el hombre se hace, y hace a otros. Sólo una
cosa es bueno que ignore, y es. . . .el mal que no puede evitar. Pero hay en el
saber, como en todo, una gradación de importancia. Una cosa es importante
porque agrada o porque se necesita. Cuando una cosa, puramente agradable en un
tiempo, puede hacerse necesaria en otro. ... es útil poseerla: y cuando, a más
de poder ser necesaria, promete serlo, la utilidad pasa a ser conveniencia.
Está muy bien que los jóvenes se instruyan: pero... en
lo necesario primero. ¿Qué saben y qué tienen los jóvenes Americanos? Sabrán
muchas cosas; pero no vivir en República. Gozaran algunos de un caudal
transmitido; pero no serán todos capaces de adquirirlo.
(...) Bueno es que el hombre tenga; pero primero pan
que otra cosa. Saber sus obligaciones sociales es el primer deber de un
Republicano—y la primera de sus obligaciones es vivir de una industria que no
le perjudique, ni perjudique a otro, directa ni indirectamente deben repetirse
con frecuencia...los Directores de las Repúblicas. Nada importa tanto como el
tener Pueblo: formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por
la causa social.” (2015: 52-53)
La
educación de las mujeres
Tanto
Manuel Belgrano como Simón Rodríguez plantearon la necesidad de la educación de
las mujeres, en un tiempo donde estas estaban excluidas de las instituciones educativas
coloniales, al igual que el sujeto americano, “los desarrapados” de Rodríguez,
el pueblo de América, indios, negros, cholos, mulatos, gauchos, criollos, mestizos,
chinas... La mujer no era un sujeto educable en los tiempos pre y
posrevolucionario aunque hoy ya sabemos el papel protagónico que tuvieron en
las batallas por la emancipación americana. Es el caso de varias mujeres
cercanas a Belgrano como María Josefa Ezcurra, su compañera desde que fue
designado al frente del Ejército del Norte y quien más tarde sería dirigente
del Partido Federal bonaerense; Juana Azurduy de Padilla, Libertadora de
Bolivia, a quien Belgrano legó su sable ante la negativa de Buenos Aires de
darle grado militar; y Remedios del Valle Rosas, la enfermera y soldada afroargentina
nombrada por el propio Belgrano como la “Madre de la Patria”.
El pensamiento rodrigueano y belgraniano se encuentran
en la convicción de brindar a las mujeres aprendizajes ligados a lo textil
(hilanza, dibujo, costura, bordado, etc.) en una época donde llegaba a ser más
caro vestirse que adquirir una parcela de tierra. Rodríguez pensó esa educación
en clave mixta, no así Belgrano. Pero en lo que sí coincidieron ambos patriotas
fue en la necesidad de una independencia económica femenina. Las razones de
esta necesidad las expresa Rodríguez explicitando la situación vivida
usualmente por las mujeres de su época. El venezolano afirmaba que “[s]e daba
instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyesen por necesidad,
ni hiciesen del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia”
(1990: 254).
Mientras
tanto, en su memoria “Medios Generales de
fomentar la industria...” Belgrano, proponía:
“...poner
escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñe la doctrina cristiana, a
leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles el amor al
trabajo para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial o más en las mujeres
que en los hombres, entonces las jóvenes aplicadas usando de sus habilidades en
sus casas o puestas a servicio no vagarían ociosas, (...) con el trabajo de sus
manos se irían formando peculio para encontrar pretendiente a su consorcio:
criadas en esta forma serían madres de una familia útil y aplicada, ocupadas en
trabajos que les serían lucrosos tendrían retiro, rubor y honestidad.” (2015: 56)
Esta
propuesta y exposición incipiente de una auténtica emancipación económica
femenina también era una valorización de la mujer como actriz económica y
cultural de las sociedades que Rodríguez y Belgrano contribuyeron a formar. Del mismo modo, la propuesta de los autores a la luz
de las costumbres de la época era de avanzada, al proponer además de la
soberanía económico femenina, una soberanía afectiva: estudiar y trabajar para
“no hacer del matrimonio una especulación” para garantizarse la subsistencia y
poder elegir y
“encontrar pretendiente a su consorcio”. En la propuesta de ambos pedagogos las
mujeres se vuelven sujetas activas emancipadas, capaces de decidir y elegir en
la búsqueda de sus parejas y no pasivas de ser encontradas.
Del
mismo modo, y en consonancia con la función que Belgrano le atribuye a la
educación, ve en la mujer/madre una protagonista de la regeneración moral y
elevación espiritual del pueblo:
“La
naturaleza nos anuncia una mujer: muy pronto va a ser madre, y presentarnos
conciudadanos en quienes debe inspirar las primeras ideas, ¿y qué ha de enseñarles,
si a ella nada le han enseñado? ¿Cómo ha de desarrollar las virtudes morales y
sociales, las cuales son las costumbres que están situadas en el fondo de los
corazones de sus hijos? ¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia,
la verdad, la buena fe, la decencia, la beneficencia, el espíritu, y que estas
cualidades son tan necesarias al hombre como la razón de que proceden? Ruboricémonos,
pero digámoslo: nadie; y es tiempo ya de que se arbitren los medios de desviar
un tan grave daño si se quiere que las buenas costumbres sean generales y
uniformes.” (2011: 95)
Educación y amor al trabajo
Otro tema central que va a estar presente en todas las Pedagogías del
Sur y que Rodríguez y Belgrano se adelantaron a plantear, fue la estrecha articulación
entre proyecto productivo y económico y proyecto educativo. Mientras Simón
Rodríguez planteaba como saberes
principales la agricultura, albañilería, herrería y carpintería, Belgrano
proponía la creación de escuelas de agricultura, dibujo, hilanza y de comercio
y navegación. Si bien este último no propuso la enseñanza de
albañilería, en su Memoria planteada al Real Consulado en 1796 Belgrano se
preguntaba “[l]as obras públicas, las casas, etc., ¿quién las hace?”. En esta
misma memoria, Belgrano comienza
leyendo los principios de los que parte:
“Fomentar la agricultura, animar la industria y
proteger el comercio son los tres importantes objetos que deben ocupar la
atención y cuidado de VV.SS.
Nadie
duda que un Estado que posea con la mayor perfección el verdadero cultivo de su
terreno, en el que las artes se hallan en manos de hombres industriosos con
principios, y en el que el comercio se haga con frutos y géneros suyos, es el
verdadero país de la felicidad pues en él se encontrará la verdadera riqueza, será
bien poblado y tendrá los medios de subsistencia y aun otros que la servirán de
pura comodidad.” (2011: 45-46)
Partiendo de estos principios, en este hermoso escrito
Belgrano va a fundamentar su proyecto económico en consonancia con un proyecto
pedagógico. Luego de una lectura de la realidad económica, cultural y
espiritual de su tierra, lo que demuestra cuán conocedor era de su pueblo, propone
fundar escuelas de agricultura, una escuela de dibujo, escuelas gratuitas para
las niñas, escuelas de hilanza de lana y escuela de comercio. Establece para
cada una de ellas los contenidos que ha de enseñar y sus finalidades
específicas. Dice Belgrano:
“He
visto con dolor sin salir de esta capital una infinidad de hombres ociosos en
quienes no se ve otra cosa que la miseria y la desnudez; una infinidad de familias
que solo deben su subsistencia a la feracidad del país, (...) estados
seguramente deplorables que podrían cortarse si se les diese auxilio desde la
infancia proporcionándoles una regular educación que es el principio de donde
resultan ya los bienes y los males de la sociedad. Unos de los principales
medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas adonde pudiesen
los infelices mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción,
allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en
un pueblo donde no reine este, decae el comercio y toma su lugar la miseria,
las artes que producen la abundancia, que las multiplica después en recompensa,
perecen, y todo en una palabra desaparece cuando se abandona la industria
porque se cree que no es de utilidad alguna. Para hacer felices a los hombres
es forzoso ponerlos en la precisión del trabajo con el cual se precave la holgazanería
y ociosidad que es el origen de la disolución de costumbres. A muy poco costo
podría esta junta tomar medidas para llevar a efecto estas ideas. Después que
ya los niños salieran de aprender los rudimentos de las primeras letras, podrían
ser admitidos por aquellos maestros menestrales que mejor sobresaliesen en su
arte, quienes tendrían la obligación de mandarlos a la escuela de dibujo velando
su conducta, consignándoles una cierta cantidad, por su cuidado en la enseñanza
y además señalando cierto premio al que en determinado tiempo diese a sus
discípulos en esto, aquello, etcétera.” (2011: 55, 56)
Por su parte, Simón Rodríguez en “Notas sobre el proyecto de educación popular”, al igual que
Belgrano, entiende la atención de los niños del pueblo como asunto del estado,
y la educación de los mismos y la transmisión de un oficio, uno de sus
remedios:
“{Bolivar} expidió un
decreto para que se recogiesen los niños pobres de ambos sexos... no en Casas
de misericordia a hilar por cuenta del Estado —no en Conventos a rogar a Dios
por sus bienhechores—no en Cárceles a purgar la miseria o los vicios de sus
padres—no en Hospicios, a pasar sus primeros años aprendiendo a servir, para
merecer la preferencia de ser vendidos, a los que buscan criados fieles o
esposas inocentes.
Los niños se habían de recoger en casas cómodas y aseadas, con piezas
destinadas a talleres, y éstos surtidos de instrumentos, y dirigidos por buenos
maestros. Los varones debían aprender los tres oficios principales,
Albañilería, Carpintería y Herrería porque con tierras, maderas y metales se
hacen las cosas más necesarias, y porque las operaciones de las artes mecánicas
secundarias dependen del conocimiento de las primeras.
Las hembras aprendían los oficios propios de su sexo, considerando sus
fuerzas—se quitaban, por consiguiente, a los hombres, muchos ejercicios que
usurpan a las mujeres.” (1990: 253)
Entonces, ¿cuál era el fin último de la educación técnica que ambos se
proponían? Ciertamente no consistía simplemente en crear un proletariado dócil
y capacitado para una industria casi inexistente en el continente en la
alborada del siglo XIX. Si bien la creación de industrias era parte del
proyecto de los revolucionarios de la emancipación – para Manuel Belgrano y
Mariano Moreno debía ser creado por el Estado; Rodríguez pensaba más en un
capitalismo cooperativista protegido por el Estado –, lo que se habían
propuesto era “instruir, y acostumbrar al trabajo” en palabras de Rodríguez, y
a “inspirarles amor al trabajo” según el padre de la bandera. Es allí donde podemos repensar una educación
para el trabajo. Se trata de aprender a trabajar, a organizar la tarea, a
realizarla integralmente y obtener de ella el sustento.
Palabras finales
El
antropólogo y filósofo Rodolfo Kusch a quien hemos presentado al comienzo de
este trabajo en su obra “Geocultura del
hombre americano” afirma que: "No se puede educar en general. Se educa
a alguien para se adapte a una comunidad y al sentido de la realidad
que es propio de ella. (...) toda educación tiene un hondo sentido local
que se pone de manifiesto cuando se traspone la cultura que le corresponde. (O.C. III, p. 113) Para Kusch
"Cultura supone entonces un suelo en el que obligadamente se habita y habitar un lugar significa que
no se puede ser indiferente ante lo que aquí ocurre”. (O.C. III; p. 171). Estas palabras de Kusch nos llevan inevitablemente a
pensar en Simón Rodríguez y Manuel Belgrano, ambos próceres de la independencia
americana, fuertemente posicionados en su tiempo y su tierra, pensando y
fundando desde la América Profunda. Rodríguez y Belgrano son semillas de
soberanía y amor, promotores de la educación pública y popular, son bases
tiernas e imprescindibles para hacer Pedagogías del Sur desde el sur, con sus
pueblos, sus paisajes, sus colores, sus historias...
Bibliografía citada
ARGUMEDO,
ALCIRA (2006) Los silencios y las voces
en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular. Buenos
Aires, Colihue
BELGRANO,
MANUEL (1913) Documentos del archivo de
Belgrano. Buenos Aires, Imprenta Coni
BELGRANO,
MANUEL; GAGLIANO, RAFAEL (presentación) (2011) Escritos sobre educación :
selección de textos. La Plata : UNIPE, Editorial Universitaria.
HUERGO, JORGE. (2015) La educación y la vida: un libro para
maestros de escuela y educadores populares. La Plata: Universidad Nacional
de La Plata. Facultad de Periodismo y Comunicación Social.
KUSCH, RODOLFO (2007) Obras completas. Rosario: Editorial
Fundación Ross, 4 volúmenes.
“Geocultura y
desarrollismo” y “La cultura como identidad” en Geocultura del hombre
americano; Obras Completas. Tomo III
América profunda; Obras
Completas. Tomo II.
RODRÍGUEZ,
SIMÓN, GARCÍA BACCA, JUAN (prolog.) (1990) Sociedades Americanas. Venezuela.
Biblioteca Ayacucho. (Primera edición de 1828)
RODRIGUEZ,
SIMÓN, WAINSZTOK, CARLA (prolog.) (2015) Sociedades
Americanas (1828-1842). Buenos Aires, Urbanita
Cómo
citar este texto:
Henry, Virginia (2018) Simón Rodríguex y Manuel Belgrano. Las Pedagogías del Sur en la Matriz de Pensamiento Americano. [Mensaje de Blog] Didáctica de esta Patria. Recuperado de: https://didacticadeestapatria.blogspot.com/2020/05/simon-rodriguez-y-manuel-belgrano-las.html