lunes, 22 de julio de 2013

Ideas sobre el alcance de la educación estética en la escuela primaria por Leopoldo Marechal, 1928*

I
Marioneta de cartón "Serpiente" (Federico, 7 años)
Nuestra escuela primaria, con el propósito de cumplir sus vastos anhelos de educación integral, estableció desde sus comienzos en los programas oficiales un obligado curso de música y otro de dibujo, dos formas estéticas que debían llegar al niño en su carácter de tales y contribuir con las demás asignaturas al desarrollo armonioso y total de su espíritu.
Las facultades del alma, razonamiento, voluntad, memoria, sensibilidad, imaginación, debían ser igualmente ejercitadas en la esencia infantil ya que de su conjunto depende la unidad hombre de su equilibrio la realización de ese todo perfecto, que el verdadero educacionista sueña en construir sobre la base del niño.
El desarrollo de nuestros programas trae aparejado un intenso ejercicio de la facultad razonadora, en virtud de las ciencias matemáticas; un estímulo de la voluntad, gracias al trabajo constante de las aulas; un entrenamiento progresivo de la memoria, con el aporte diario de las otras asignaturas. La música y el dibujo, en las condiciones actuales de su enseñanza, ¿realizan la misión que lógicamente deben realizar, hablando a los sentimientos y a la imaginación del alumno? Más adelante veremos que no.

"Hada en su castillo" (Celeste, 10 años)
El aprendizaje de un arte cualquiera significa:
1- La adquisición de un instrumento expresivo por el cual el hombre manifiesta las actividades de su vida interior y las relaciones de esa actividad íntima con el mundo externo; 2-  el conocimiento de las mejores obras que el espíritu humano realizó en dicho arte.
Esta sabrosa captación artística y el dominio de aquel instrumento que sirve para crear, traen como fruto el desarrollo intenso de la sensibilidad y de la imaginación. Una fina sensibilidad permite discernir lo bueno de lo malo, lo bello de lo feo: el hombre sensible hace así su composición de lugar frente a las cosas, descubre las bellezas que le rodean y gozándose en ellas establece un principio de felicidad; la comprensión de lo bello y de lo bueno y la reacción bienhechora que estas cualidades provocan en su espíritu, hácenle patente la necesidad de vivir para la belleza y la bondad. Por otra parte, asociando sus impresiones, conceptos y goces a los de los demás seres, el hombre descubre la obligación de lo bello y bueno: nace así un imperativo del deber.
Maqueta en cartón "Conventillo" (Melina, 8 años)
Además una comunión de los hombres en la belleza implica solidaridad y subordinación: solidaridad porque se sienten unidos en un común sentimiento que provoca en ellos idénticas reacciones; subordinación porque saben que lo bueno y lo bello están en la naturaleza como reflejos de un gran todo y porque la concepción de la bondad y de la belleza en su absoluta totalidad significa admitir un principio de lo divino, como lo demostró Platón en su diálogo sobre la inmortalidad del alma y Descartes en su prueba de la existencia de Dios: en estas condiciones, el hombre se siente subordinado a lo divino y reflejo de lo divino.
La mayoría de las nacionalidades europeas tienen el sello de su personalidad, no en una concreta demarcación geográfica ni en un origen racial común, sino en su manera de ver el mundo y de sentir sus fenómenos. En nuestro país, donde el problema de la nacionalidad es un fenómeno palpitante y complicado, se impone, como en ninguna parte, la comprensión mutua entre los diversos elementos que la integran: esto se consigue por la solidaridad de los hombres en lo bueno y en lo bello, virtud quie sólo puede ejercer una sensibilidad hondamente trabajada desde la niñez.
Muñeco de plastilina, "Negrito" (Brenda, 10 años)
Por la imaginación, el hombre aplica los elementos, leyes y principios de la naturaleza, en la creación de un instrumento que sirva a sus fines personales. Toda invención, verdad o descubrimiento ha sido en sus fuentes un producto teórico de la imaginación, comprobado luego en la realidad. La imaginación es facultad creadora por excelencia y su libre ejercicio hace que el hombre sea fecundo en recursos: un hombre sin imaginación se ve obligado a transitar por vías ajenas y está como desarmado, frente a la vida, puesto que no le es dado seguir ninguna iniciativa personal.
Como puede verse en el transcurso de estas consideraciones, con la educación estética la escuela primaria no pretenderá hacer un artista de cada alumno, sino dotarle de una sensibilidad y de una imaginación que le coloquen en ventajosas condiciones de lucha.

Muñecos de plastilina, "Mamá con hijos" (Melina, 7 años)

"Avión" de cartón y madera  (Leo, 11 años)
II
Observaciones realizadas durante algunos años de trabajo, me permiten asegurar que la educación estética, tal como se practica hoy sobre una base de música y de dibujo, no conduce a los altos fines expuestos. Criticaré ahora el ejercicio del dibujo, reservando el de música para otra disertación.
A ningún maestro se le escapa actualmente esa falta de interés que el alumno manifiesta por la clase de dibujo; conocido es el desagrado con que realiza los ejercicios irremediablemente vulgares que se le impone.
Sin embargo, la inclinación natural del niño por el dibujo, es bien conocida: un examen de sus cuadernos diarios permite verificarla, en el hallazgo de esas fantasías y caprichos que el alumno gusta fijar allí, contra la prohibición terminante del maestro. Esos dibujos originales, esa personalísima coloración de mapas y esquemas, esos caprichos realizados al margen de toda enseñanza, no son más que una necesidad de expresión satisfecha y el reflejo de un estado de ánimo.
¿Por qué nuestra enseñanza del dibujo no satisface estas nobles tendencias de su espíritu, esta imperiosa necesidad del alma infantil? Porque en todos los casos oblígase al niño a copiar una realidad inanimada, un modelo que no le interesa puesto que no habla a su sensibilidad. Este modelo es la invariable naturaleza muerta, la guarda decorativa, el calco de yeso: la virtud consiste, según los profesores del ramo, en trasladar al papel una visión exacta de ese modelo; y el resultado a que se llega no es más que una simple ejercitación manual, desligada en absoluto de toda participación del espíritu.
     Prendedor con de porcelana fría "Sol" y colgante "Oso" (Tatina, 8 años)


No olvidemos que el niño es esencialmente animista: contempla la realidad y asocia los accidentes, conceptos y predilecciones de su vida interior a las cosas que le rodean. El niño mira la realidad desde un punto de vista interesado, la reviste de atributos insospechables de acuerdo con su sensibilidad. Entonces, para él un árbol, verbi gracia, no será un árbol simple y escuetamente, sino una equivalencia sentimental del árbol, puesto que le atribuye virtudes y gestos humanos y le dota de condiciones que están en su yo y no en el árbol en sí. De este modo el paisaje, el ser, la cosa, se convierten para él en un estado de alma.
Dejemos que el niño elija el asunto siguiendo sus predilecciones sentimentales; y luego, que haga su interpretación personal del mundo, que junte y ordene los elementos de la realidad de acuerdo con su instinto creador y obedeciendo al imperativo de sus emociones.
Prendedor de porcelana fría "Cartera" (Sheila, 5 años)
El profesor que impone una manera de ver sintetizada en cuatro preceptos, coarta los fines de la educación estética prescindiendo de toda participación espiritual del niño. No olvidemos que la realidad se convierte en un lugar común cuando la observamos a través de una lente personal o siguiendo las leyes de un sistema interesado. El mundo se recrea en los ojos libres de cada hombre que busca su punto de vista propio: todos los renacimientos espirituales se deben a esta clase de hombres. Hagamos del niño un descubridor y no un imitador, cultivando y no deprimiendo su naciente personalidad.

"Conejo deportista", muñeco de tela (Lourdes, 8 años)

III
La exposición de trabajos infantiles realizados por el Director de Bellas Artes de México, primero en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y luego en una sala parisiense, renovó en mí, antiguas preocupaciones a este sujeto.
Críticos franceses de la talla de Florent Fels, Christian Zervos y André Salmón, manifestaron su asombro ante la gracia original de estos trabajos realizados por niños de ocho a catorce años. Artistas famosos como Raoul Dufy, Braque y Lipchitz, admiraron esas frescas realizaciones infantiles creadas por espíritus no sujetos a convencionales teorías, esa personalidad a la que ellos, artistas maduros, habían llegado tras esfuerzos innumerables.
Hablando en París con Alfredo Ramos Martínez, director de Bellas Artes de México, nos dijo que, para esa clase de enseñanza tienen un programa definido y exacto, distinto al que se aplica generalmente. Con ese programa se proponen sorprender en el niño todas sus riquezas naturales: visión, sensación; tratan de explotar todo lo que hay en él de espiritualidad y de sentimiento frente a la vida.
Se preocupan en despertar toda la sensibilidad del alumno, toda su fuerza creadora, sin que el maestro interponga su manera particular de sentir y de ver. Aconsejan al niño, pero con la mayor discreción, temerosos de hacer perder ese don natural tan precioso: la emoción.
Títere de guante con la técnica de cartapesta (Milagros, 7 años)

El alumno conoce ya su propósito, siente la necesidad de crear: entonces le dan una tela, un papel, colores; empieza su obra lleno de ilusión y entusiasmo, pone enjuego toda su iniciativa, esforzándose en descubrir los encantos que la vida le ofrece: de este modo trabaja con apasionamiento y alegría. Christian Zervos, en su artículo "Peintures d'enfants", aparecido en Cahiers d'art, dice a este particular que la necesidad de movimiento, convertida en ley de la niñez, por Pestalozzi, se satisface por su pasión del juego y por sus tendencias estéticas, a menudo muy marcadas. El filósofo inglés Herbert Spencer, dice que, en el niño la actividad del juego y la necesidad estética están relacionadas entre sí, porque ni una ni otra obedecen a un fin útil, sino que tratan de satisfacer esa descarga de fuerzas latentes en él.
Agrega el crítico francés, que la educación estética, dada a los niños mexicanos, se basa en su propia experiencia: suscita en ellos el amor, provoca en sus corazones esa dulzura seráfica hacia la naturaleza y ese refinamiento de ternura por los seres y cosas que le son revelados.
Títere de goma espuma tallada (Marcos, 12 años)
Este género de educación evita toda regla capaz de desplazar la personalidad del alumno por la del maestro. El niño no se separa jamás de la naturaleza: su imaginación excitada por todos lados y sin trabas de ninguna especie, puede satisfacer los instintos de creación tan naturales en él. Frente a la naturaleza, el niño encuentra los júbilos de la sensación, la definición y realización de percepciones tan complejas como las de forma, luz, colores y armonía.
El niño adivina de este modo el alma que existe en todo ser y créase en él un sentimiento místico de la vida que le une al gran todo con un lazo de comprensivo amor.
Resumiendo, diré que los fines de la educación estética deberían ser: 1- Un cultivo intenso de la sensibilidad. 2 - Un ejercicio constante de la imaginación. Lo primero se consigue situando al niño frente a la naturaleza y provocando en él fuertes reacciones espirituales: este trabajo de compenetración sentimental debe realizarse dándole un carácter de jubiloso recreo y no de impuesta obligación; de tal modo, el alumno expresará su sentido de la realidad tal cual lo halla en el fondo de su corazón y sin ninguna traba retórica.
El ejercicio de la imaginación se logrará dejando que el alumno trabaje disponiendo los elementos captados, según su instinto creador y dándole, solamente, las nociones más elementales de preceptiva. La educación estética realizará así su revelación de lo bello, que, según Platón, es el reflejo de lo bueno y de lo verdadero.

*En Revista el Monitor de la Educación Común, Buenos Aires, a. 47, ns 667, 31 de julio de 1928, pp. 415-419. (Revista del Consejo Nacional de Educación)
Para descargar el texto en pdf, hacer click aquí

Las imágenes corresponden a los trabajos realizadas por los niños del taller de títeres de la Cooperativa de Trabajo "Los Pibes del Playón" del barrio de La Boca, ciudad de Buenos Aires, que funciona desde septiembre del 2009 hasta la actualidad. En el siguiente video, encontrarán más trabajos de los niños del taller durante los años 2011 y 2012.
Si bien sabemos que nos falta mucho para llegar a lo planteado por el Maestro Marechal, sus palabras nos muestran el camino y son guían y propósito.


1 comentario:

  1. que hermoso este trabajo! no hallo palabras para expresar mi enorme admiracion a trabajo tan loable. Me hacen sentir el corazon chiquitico! gracias por compartir sus experiencias! que viva la Educacion para las artes!

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